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CRITERIOS E INDICADORES DE EVALUACIÓN

Los criterios de evaluación son aquellos referentes que se establecen para orientar los procesos de aprendizaje. Están estrechamente relacionados con los aprendizajes esperados, son los descriptores por los cuales los evaluaremos.

Se requiere que los alumnos conozcan los criterios por los cuales serán evaluados, es decir, qué se espera que ellos sepan (contenidos conceptuales), sepan hacer (contenidos procedimentales) y cómo hacerlo, con qué actitudes (contenidos actitudinales).

Los indicadores de evaluación se refieren a lo más específico dentro de un criterio: por ejemplo, si se evaluará la participación (criterio), sus indicadores de logro podrían ser: presta atención a lo expresado por los demás, aporta ideas y opiniones al grupo, demuestra respeto, tolerancia e interés hacia las ideas ajenas, etc.

¿Según qué evaluamos?, ¿Quienes deciden los criterios de evaluación?, ¿Qué son los criterios?


 

 Está claro que cualquier programa de estudio plantea la existencia de Aprendizajes Esperados. En general, sus enunciados son muy amplios y abarcan diferentes tipos de contenidos: conceptuales, procedimentales y actitudinales. Por tanto, surge una pregunta básica: ¿y cómo evaluamos los aprendizajes esperados? Primero que todo, tenemos que desglosar en qué consiste cada uno, qué es lo que en concreto el alumno deberá saber, deberá ser capaz de hacer y de acuerdo a qué valores, normas y/o actitudes. Esto supone un absoluto dominio del docente sobre el análisis de lo que sus alumnos, en sus respectivas realidades, pueden y deben aprender. Cuando está claro este punto de partida, se tiene que pensar que para evaluar, necesariamente se requieren de ciertos referentes ante los cuales orientar los procesos. A dichos referentes, también se les llama “criterios”. Es decir, cuáles serán los aspectos que darán cuenta del dominio o la adquisición de aquellas habilidades, conocimientos, destrezas, actitudes, correspondientes a los Aprendizajes esperados. Desde qué puntos de vista se observará tal o cual situación de aprendizaje, se retroalimentará a quien es evaluado, o se sugerirán ciertas modificaciones o cambios que permitan superar las dificultades o elementos que aún no se han logrado a cabalidad. Recordemos que estamos pensando en una evaluación orientada hacia el diálogo, la comprensión y la mejora...

Cuando hablamos de “criterios” nos estamos refiriendo a aquellos aspectos más generales, que necesitan tener un significado común para quienes los aplican. Por ejemplo, si en un trabajo grupal se evaluará la “participación”, éste será el criterio; sin embargo, tanto el docente como el alumnado, deben tener claridad respecto al tipo de participación o a lo que se entenderá por una participación adecuada: es decir, qué descriptores, qué indicadores darán cuenta de lo específico de dicho criterio. ¿a qué se llamará una buena participación: al que habla más, lleva más material, hace los mandados, aporta con buenas ideas, hace que los demás trabajen? O si presta atención a lo expresado por los demás, si aporta ideas y opiniones al grupo, si demuestra interés hacia las ideas ajenas?

Cuando se plantea una unidad de aprendizaje, así como es necesario darle sentido y explicitar a los alumnos cuáles son los Aprendizajes esperados, también es indispensable plantearles con qué criterios e indicadores se les evaluará, se les acompañará en su proceso de aprendizaje. Recién ahí comprenderán la diferencia entre evaluación y calificación. De ese modo verán la evaluación como un elemento que favorece los aprendizajes y no como algo punitivo o amenazante; será una forma de estimular la autonomía y la responsabilidad, y permitirá también a los alumnos ser parte de su proceso evaluativo. A la luz de ciertos indicadores preestablecidos, surgen las pautas de autoevaluación, de coevaluación, que orientarán el desarrollo de habilidades. Así, se orientará hacia la autorregulación de las tareas por parte del alumno, al tener la oportunidad de apropiarse de los objetivos de su aprendizaje, de los criterios e indicadores a partir de los cuales se realizará el proceso evaluativo. Implica además, el dominio de las capacidades de anticipación y planificación de la acción. Serán como una ruta a seguir.

Cuando miramos a la evaluación como un proceso que encamina hacia la toma de decisiones, es condición básica que los criterios estén debidamente establecidos y sean del conocimiento de quienes participan en ella. Señalamos algunos ejemplos en que se evidencia esta necesidad. En una situación en que hay que tomar una decisión respecto a la permanencia de un alumno en el colegio, ¿cuáles son los criterios para mantenerlo o condicionarlo? ¿estaban claros para el alumno, para su familia, para el profesor o directivos? ¿qué indicadores concretos nos darán la información que respalde nuestra determinación?.

Ante una problemática que se presenta en la escuela en que es necesario desarrollar una campaña específica para abordarla, ¿según qué criterios decidiremos el tipo de campaña que es más conveniente? ¿qué indicadores nos llevarán hacia una u otra alternativa?. En el aula, los alumnos aprenderán a reflexionar previamente, a evaluar sus posibilidades en base a criterios e indicadores concretos, por ejemplo ante la elección del mejor compañero, la selección del lugar para realizar un paseo, la determinación de la carrera a seguir, etc.

La especificación de lo que abarca cada criterio, ayudará a una evaluación más justa y equitativa, que permite reflexionar y darse cuenta de los aspectos muy bien logrados, como aquellos que requieren de reforzamiento o revisión. Para un alumno o alumna es indispensable saber qué se espera de un trabajo determinado (indicadores de logro), pues será su referente, podrá autoevaluar su trabajo, percibir si cumple los requisitos establecidos, tanto en sus aciertos y dificultades como en los de sus compañeros, y por tanto, aprender de ellos.

Del mismo modo, se hace necesario que junto a la explicitación de los criterios e indicadores, también se clarifiquen los criterios de ponderación. Por ejemplo, ante la evaluación de un debate, no solo estableceremos criterios para evaluar el debate en sí, sino además deberemos ocuparnos por determinar qué criterios permitirán evaluar el trabajo previo de preparación al debate, y en el momento de calificar, exista plena transparencia por la ponderación dada a cada uno de los aspectos señalados.

Otro aspecto fundamental a considerar se refiere a la uniformidad de criterios que tienen que existir en los Centros Educativos: será responsabilidad de los equipos técnicos, de los departamentos de asignaturas, de los docentes de un mismo nivel y asignatura, estar de acuerdo y manejar el mismo lenguaje, que permitan a sus alumnos comprender el sentido de autorregulación y de responsabilidad que implica el conocimiento de los criterios. Por ejemplo, dos profesores de Historia y Ciencias Sociales que trabajan en cursos paralelos y solicitan un trabajo de investigación, deberán tener criterios comunes de evaluación, ya que de lo contrario son los alumnos quienes compararán y emitirán juicios de valor frente a las diferencias, lo que los desorientará y desanimará si se sienten perjudicados. Del mismo modo, se necesita que todos los profesores que estén trabajando en el mismo nivel, compartan los criterios y unifiquen los indicadores de logro. Para establecer los criterios, además es necesario analizar los niveles de complejidad en su formulación, que harán referencia a distintos niveles de profundización, a diferentes formas de aplicación: no es lo mismo reproducir una información sobre un contenido que aplicarla en un contexto determinado o relacionarla con otras informaciones sobre otros contenidos.

Los criterios de evaluación no son actividades de evaluación. Es a partir de ellos, y teniendo en consideración las características de los alumnos y del contexto socio-cultural, que deberán diseñarse las actividades y tareas concretas que permitan valorar la progresiva consecución del criterio.

Y volviéndonos hacia nosotros mismos, docentes que tenemos que evaluar, ¿cómo nos evaluaríamos en nuestro quehacer educativo? ¿Según qué criterios? ¿no exigimos también que se nos evalúe según criterios claros y específicos, que permitan una evaluación justa, considerando el contexto en que nos desenvolvemos, las presiones, las múltiples tareas a que nos vemos sometidos, etc. etc.? Pongámonos en el lugar de los alumnos que diariamente son evaluados y busquemos alternativas de procedimientos claros y precisos: la diferenciación de los criterios e indicadores y su explicitación a los alumnos, les provocará la misma satisfacción que nos produce a nosotros una evaluación justa, un reconocimiento de logros y dificultades y más que nada, ese acompañamiento con referentes específicos que permiten una confrontación de situaciones basadas en hechos concretos, que favorecen la percepción de un proceso en su real dimensión.

 

 

 

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